El propósito compartido: la herramienta para alinear equipos y reforzar el compromiso

Oct 15 / Santiago Sousa

Para una persona es muy relevante sentir que tiene un propósito. El propósito da sentido a la vida. 
Pero...

¿Qué es el propósito para cada uno de nosotros?

Hay quienes lo identifican con una visión, una misión, un objetivo, una meta... Pero es más que eso y todo eso a la vez. 

El propósito trasciende estos aspectos y da un sentido a la existencia, un "para qué". Nos ofrece un motivo y, por tanto, nos motiva. 

¿Para qué definir un propósito compartido?

El propósito compartido une a las personas, vincula, ayuda a tomar conciencia del impacto positivo de la organización, motiva y refuerza el compromiso. 
Cuando un equipo logra construir un propósito compartido, tiene un "para qué" de su función en la organización, de sus responsabilidades, sus tareas, etc. Los equipos que comparten un propósito son más resilientes y receptivos al cambio. 

¿Basta con tener un propósito compartido para lograr el compromiso?

El propósito por sí solo no garantiza el compromiso. Necesitamos combinarlo con la consciencia del impacto positivo de nuestra acción, un clima de confianza y seguridad psicológica, expectativas claras y roles bien definidos

Con un propósito compartido como marco de referencia, ¿Qué necesitamos para que nuestro equipo sea proactivo al cambio?

El propósito nos ofrece la referencia, pero en el día a día hay que acompañar a las personas tanto en el cambio emocional como en el cambio de comportamiento. 

Para eso necesitamos conectar con las emociones que subyacen a las actitudes y comportamientos. No basta con decir qué es lo que ha de cambiar, sino indagar en los motivos de las personas para resistirse al cambio. 
Debemos identificar los beneficios de ese cambio para la persona, conectarlos con el propósito compartido y acompañar emocionalmente a la persona durante el cambio, con empatía y sin prejuicios

Nuestro rol como líderes

No olvidemos que el liderazgo tiene 3 dimensiones:
  • El poder que nos da el cargo.
  • La autoridad que nos conceden los demás. Que nos ganamos por nuestro conocimiento, equidad, coherencia, visión y/o previsibilidad.
  • El ejercicio del liderazgo de influencia. Que forjamos sobre la base de la conexión, confianza, empatía, respeto y empoderamiento de los/as demás.
La clave está en ponerse en el lugar de los demás, haciendo un esfuerzo sincero por observar la realidad como los demás la observan, teniendo en cuenta su contexto y experiencia vital.
El respeto como valor superior y la empatía como herramienta de conexión y comprensión nos permiten entender los motivos que llevan a las personas a pensar como piensan, sentir lo que sienten y actuar como actúan. 
Poder, autoridad e influencia -debidamente combinados- nos permiten ejercer el verdadero y valioso liderazgo.