¿Puede el cuidado transformar las relaciones familiares?
Jun 3
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Nuria Garro

En el corazón de muchas familias, el envejecimiento y la dependencia de un ser querido suponen un giro vital. No solo se alteran rutinas: se tambalea el proyecto de vida, se desordenan los roles familiares y emergen emociones difíciles de sostener.
¿Quién era yo antes de cuidar? ¿Cuál es mi vida ahora?
A menudo, no nos damos cuenta de que cuidar implica mucho más que resolver necesidades prácticas. Cuidar es reformular los vínculos, redistribuir los tiempos, reorganizar espacios y, sobre todo, revisar el sentido de nuestras relaciones.
Los desajustes que provoca un diagnóstico de dependencia impactan directamente en la trayectoria vital de la persona mayor y también en la de su familia. Por eso, en ese momento crítico es necesario reconstruir relaciones, recuperar el equilibrio y encontrar nuevos significados para que el cuidado no sea solo una acumulación de tareas, sino un punto de inflexión para repensar la vida compartida.
Cuando el ciclo vital se desorganiza
El envejecimiento, las enfermedades neurodegenerativas o la fragilidad rompen la continuidad esperada del ciclo vital familiar.
Hijas –principalmente, como muestran los datos—e hijos se convierten en cuidadores. El proyecto de vida se replantea. Los espacios del hogar cambian su función. Los tiempos se ajustan con dificultad. Y muchas veces, sin acompañamiento ni apoyos suficientes, las familias se enfrentan al aislamiento, la incomprensión, el aumento de gastos, la falta de tiempo o la pérdida de vida social.
En este escenario, la tarea de cuidar puede vivirse como una obligación o como una carga que condiciona todos los aspectos de la vida. Pero también puede vivirse como una relación recíproca, donde todos –aunque de distintas formas— dan y reciben.
El impacto del diagnóstico depende de muchos factores: si fue esperado o inesperado, si es coherente con el momento vital de la persona o no. El cruce de estos elementos puede poner en jaque la organización familiar y requerir ajustes profundos para cuidar de forma adecuada y sostenida en el tiempo.

El cuidado como un dar y recibir constantes
Si nos acercamos al cuidado familiar desde una perspectiva relacional, descubrimos que cuidar es un intercambio: un dar y recibir con efectos muchas veces invisibles.
Sin embargo, socialmente el cuidado sigue viéndose como una tarea unidireccional: el cuidador da, la persona dependiente recibe. Esta mirada asimétrica provoca un enorme desgaste en quien cuida, que puede llegar a sentirse atrapado en una vida que no eligió.
Pero el cuidado puede vivirse de otra forma: como una donación recíproca, en la que también la persona dependiente puede seguir dando desde lo que conserva: afecto, historia, valores, presencia, capacidades.
De este modo, cuidar deja de ser una carga individual para convertirse en una experiencia compartida con principio y final que redefine el camino vital de todos los implicados. En ese entramado relacional, ambas partes se re-conocen y se dignifican mutuamente.
Es en el cuidado donde cobran sentido las relaciones familiares.
¿Cómo se traduce esto en el día a día?
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Escuchar activamente a la persona mayor:
- ¿Qué sigue siendo importante para ella?
- ¿Qué le da sentido al día a día?
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Acompañar a la familia:
- Empatizar con su situación, su momento vital.
- Ayudar a reinterpretar la relación desde la dignidad y el vínculo.
- Ayudar a reformular el proyecto vital y encontrar sentido al cuidado.
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Reconstruir el camino de vida compartido:
- Usar la historia de vida como medio de conexión y significación.
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Cuidar la relación más allá de la funcionalidad:
- No solo asistir, sino ESTAR CON, reconociendo que el cuidado en la fragilidad da sentido a las relaciones familiares.
Envejecer no significa desaparecer
Vivimos en una sociedad que invisibiliza a las personas mayores y aísla a las familias que cuidan. En este contexto, pensar el cuidado desde las relaciones es, en sí mismo, un acto casi revolucionario. Y cuando la familia consigue cuidar desde el vínculo y la reciprocidad, vive experiencias verdaderamente transformadoras que dan sentido a tanto sacrificio.
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